jueves, 28 de mayo de 2015

Esos viejos cines que no pudieron sobrevivir a la modernidad

Hoy nuestra página está de luto.  Uno de nuestros miembros se ha ido, sin darnos la vida tiempo de despedirnos.  El Dr. Jaime Giordano Mirschwa, poeta, profesor de literatura, esposo, padre, hermano, abuelo, amigo y amante del arte, de todo lo bello, pero especialmente del CINE.

En su memoria hoy desplegamos la imagen del demolido Teatro

En Memoria de Jaime Giordano Mirshwa, el Teatro de su natal Concepcion, Chile, del cual  decia: "...una desolada contemplación del lugar donde estaba el viejo Teatro Concepción, construido con enorme esfuerzo por un grupo de vecinos por los años de 1880, e incendiado en 1973, y que también fue cine. Era el teatro que, por esos años mozos, nos hacía sentir súper macanudos, engreídos habitantes de un mundo mejor"

Concepción, de Chile, su país y pueblo natal del cual él nos decía "...el viejo Teatro Concepción, construido con enorme esfuerzo por un grupo de vecinos por los años de 1880, e incendiado en 1973, y que también fue cine.  Era el teatro que, por esos años mozos, nos hacía sentir súper macanudos, engreídos habitantes de un mundo mejor."

Compartimos aquí sus palabras, una columna que escribió y nos dedicó luego de haber participado en nuestro recorrido, el cual hizo varias veces. (Nuestro principal fan). En ésta compara los cines de su CHILE natal con nuestros cines de San Juan y la experiencia de las pérdidas de ambas salas.

Descansa en Paz, Jaime y que ese cielo en el cual tenemos fe estás, esté lleno de cines, de películas buenas, de música, de arte, de poesía y espero nos reunamos en algún matiné para allí sentirnos "súper macanudos, engreídos habitantes de un mundo mejor"...


Esos viejos cines que no pudieron sobrevivir a la modernidad

Por Jaime Giordano

Hay belleza en recorrer las ruinas de viejos cines de una gran ciudad. Es como pasearse por el fin de la modernidad. En Concepción, allá por los años 50, todavía quedaban los restos de lo que fue el Teatro Rialto, junto a la tienda La Gran Vía en la calle Aníbal Pinto, a media cuadra de la plaza. El terremoto de 1939 lo había derribado en plena función nocturna. La oscuridad y las butacas cubiertas de polvo nos atraían cuando muchachos por su misterio, y por la esperanza de encontrar todavía algún cadáver que yaciera por ahí sin descubrir. Nada queda del Prat, donde una vez alguien arrojó un perro desde la galería. Esos cines con galerías para los menos pudientes servían para que ellos se tomaran pequeñas venganzas con los de la platea en la forma de sonoros… ruidos, trocando las lágrimas de una escena trágica en incontenibles risotadas.

El pasado domingo la especialista en urbanismo, Rose Marie Bernier, que actualmente termina su tesis doctoral sobre las salas de cine en San Juan, Puerto Rico, nos guió en un recorrido por la sección vieja de la ciudad visitando lo que queda de ese brillante mundo que va de los años 20 a los 70, desplazado por el triunfo de la postmodernidad de la TV, los “moles”, los DVD’s y el streaming. Se anunciaba tormenta, pero fue un hermoso día.

El paseo se inició en la Plaza Colón, frente al Teatro Tapia, que sería el equivalente del Teatro Central, hoy cine Concepción. El Tapia es sala de conciertos y todavía se abre esporádicamente, pero alguna vez fungió como cine. El Central, adoptado por la universidad, sobrevive como sala oficial de esta institución y alterna cine con espectáculos vivos. La última vez que lo visité fue para un recital de la Palmenia.

Después caminamos relajadamente hasta un Burger King que Rose Marie nos presentó, por fuera y por dentro, como el antiguo Rialto, elegante sala antiguamente cubierta de adornos moriscos. Los clientes antes podían subir con sus sobre-cocidas hamburguesas y sus vasos de Coca Cola a sentarse en una marquesina que, con cierta humillación, todavía luce parte de su encanto. Como el Windsor en Concepción, pasó por sus etapas pornográficas y religiosas, hasta acabar en el ominoso pozo de la frivolidad.

El Cine Luna, después de ser degradado a una talabartería y otros negocios, ahora espera mejores tiempos. Miramos por una rendija y se ve un espacio amplio y abandonado. No sé por qué me recordó el Ideal, de calle Rengo, entre Las Heras y Carrera, frente al Salón de Belleza de la Tato, que después de ser cine Ópera terminó en Vega El Esfuerzo, donde por lo menos aún hay vida, aunque de otra categoría.

Una belleza es la fachada del Cine Royal que todavía luce con esplendor y en cuyo interior ha habido restaurantes, boîtes, a la manera del Cervantes de calle Barros Arana que ha visto diversos avatares, como ser la discoteca Gatsby, a la que me resistí a ir por respeto a mi recuerdo. Pudimos notar el rectángulo enrejado que antes era boletería.

Entrando a un viejo convento de Carmelitas Descalzas, que ahora es el Hotel El Convento en el cual uno puede recluirse a cambio de una fortuna, encontramos una amplia sala de baile, mejor dicho, una hermosa capilla que durante años fue también sala de cine. Ese espacio está intacto, restaurado y embellecido para deleite de los turistas millonarios. En una versión más humilde me acordé de la Sociedad Lorenzo Arenas, en Tucapel, donde alguna vez los perniles con pebre se alternaron con películas. Allí vi “Ana y el rey de Siam”, la que tomó cuatro horas en darse porque, además de ser larga, sólo tenían una proyectora y había que prender las luces para cambiar los rollos. Mucho tiempo después vería algo similar en un cine de la norteña ciudad de Copiapó que aprovechaban los vendedores para vender “chocolate pastilla’e menta”.

Buscamos sin éxito el Teatro de la Plaza, pero nadie sabía cuál de los edificios que se erguían frente a la Plaza Baldorioty, hoy Plaza de Armas, podía ser. Yo le pregunté a un “viejito” que leía el diario sentado en un banco, pero me dijo que allí no había ningún teatro. Cuando le especifiqué que se trataba de los años ‘70, me replicó ofendido que para esos años él no había nacido. Acepté resignado las burlas de los demás. Sería como preguntarle a un borrachito de la plaza de Concepción dónde quedaba el Roxy (después Ducal).

En cambio, el Roxy de San Juan, aun cuando ya no es cine, fue el Corral de la Cruz, sala de teatro experimental, y es ahora una barra con piscina. Un balcón sirve para espectáculos culturales. Me pregunto si algo así podría levantarse en Concepción con el viejo Lido o el Explanade (Astor), aunque es probable que ya sea tarde.

Estuvimos en los sitios donde se instalaba la carpa-cine llamada Tres Banderas, que tuvo una vida itinerante por lo menos en tres localidades en San Juan antes de instalarse en un edificio propio, para por último ser demolido y reemplazado por un estacionamiento de automóviles. De carpas, sólo me acuerdo en Concepción de la que albergó el teatro de Gabriel Martínez y Verónica Cereceda, junto al Palacio de los Tribunales, entonces sin terminar. No incluyo los numerosos circos o carpas de evangelización que solían llegar a la ciudad.

Nuestra caminata de un par de horas terminó frente a la Marina. Era como haber empezado en el Cerrito Amarillo, caminando por Rengo hasta el Ideal, y terminando en la triste contemplación del Teatro del Liceo frente al Parque Ecuador.

O, mejor, acabando en una desolada contemplación del lugar donde estaba el viejo Teatro Concepción, construido con enorme esfuerzo por un grupo de vecinos por los años de 1880, e incendiado en 1973, y que también fue cine. Era el teatro que, por esos años mozos, nos hacía sentir súper macanudos, engreídos habitantes de un mundo mejor.

Nota: El Dr. Jaime Giordano Mirschwa (1937-2015) fallece el 27 de mayo de 2015 en San Juan de Puerto Rico.  Le sobrevive su esposa la Dra. Carmen Rita Rabell y sus hijos Pablo, Danilo y Carla, además de su nietecito Sebastián y su único hermano, Enrique, además de la familia Rabell Reyes en Puerto Rico y la Giordano Mirschwa en Chile.  

Jaime Giordano Mirschwa (Concepción, Chile, 1937). Profesor, U de Concepción, 1962-1967; U del Estado de Nueva York en Stony Brook, 1966-1990; U del Estado de Ohio, Columbus, 1990-1999. Profesor colaborador, U de Puerto Rico, 2002-2006. Premio Municipal de Santiago (ensayo), 1972; Premio Jornadas de Poesía, Middlebury Co., 1984. Obras de crítica literaria: La edad del ensueño: sobre la imaginación poética de Rubén Darío (U de Chile, 1971), La edad de la náusea: sobre narrativa hispanoamericana contemporánea (Instituto Profesional del Pacífico, 1984), Dioses, antidioses: sobre poesía hispanoamericana contemporánea (LAR, 1986), Pragmática del valor poético: un mundo de enigmas (Maitén III, 2010) y Poetas penquistas: la poesía de Concepción y la región del Bío-Bío (U del Bío-Bío, 2012). Además de  libros de poesía, cuento, ensayos, teatro, ediciones y antologías, ha publicado numerosos artículos.