Hoy
nuestra página está de luto. Uno de
nuestros miembros se ha ido, sin darnos la vida tiempo de despedirnos. El Dr.
Jaime Giordano Mirschwa, poeta, profesor de literatura, esposo, padre,
hermano, abuelo, amigo y amante del arte, de todo lo bello, pero especialmente
del CINE.
En
su memoria hoy desplegamos la imagen del demolido Teatro
Concepción, de Chile, su país y pueblo natal del cual él nos decía "...el viejo Teatro Concepción, construido con enorme esfuerzo por un grupo de vecinos por los años de 1880, e incendiado en 1973, y que también fue cine. Era el teatro que, por esos años mozos, nos hacía sentir súper macanudos, engreídos habitantes de un mundo mejor."
Compartimos
aquí sus palabras, una columna que escribió y nos dedicó luego de haber
participado en nuestro recorrido, el cual hizo varias veces. (Nuestro principal
fan). En ésta compara los cines de su CHILE natal con nuestros cines de San
Juan y la experiencia de las pérdidas de ambas salas.
Descansa
en Paz, Jaime y que ese cielo en el cual tenemos fe estás, esté lleno de cines,
de películas buenas, de música, de arte, de poesía y espero nos reunamos en algún
matiné para allí sentirnos "súper macanudos, engreídos habitantes de un
mundo mejor"...
Esos
viejos cines que no pudieron sobrevivir a la modernidad
Por
Jaime Giordano
Hay
belleza en recorrer las ruinas de viejos cines de una gran ciudad. Es como
pasearse por el fin de la modernidad. En Concepción, allá por los años 50,
todavía quedaban los restos de lo que fue el Teatro Rialto, junto a la tienda La Gran Vía en la calle Aníbal
Pinto, a media cuadra de la plaza. El terremoto de 1939 lo había derribado en
plena función nocturna. La oscuridad y las butacas cubiertas de polvo nos
atraían cuando muchachos por su misterio, y por la esperanza de encontrar
todavía algún cadáver que yaciera por ahí sin descubrir. Nada queda del Prat, donde una vez alguien arrojó un
perro desde la galería. Esos cines con galerías para los menos pudientes
servían para que ellos se tomaran pequeñas venganzas con los de la platea en la
forma de sonoros… ruidos, trocando las lágrimas de una escena trágica en
incontenibles risotadas.
El
pasado domingo la especialista en urbanismo, Rose Marie Bernier, que
actualmente termina su tesis doctoral sobre las salas de cine en San Juan,
Puerto Rico, nos guió en un recorrido por la sección vieja de la ciudad
visitando lo que queda de ese brillante mundo que va de los años 20 a los 70,
desplazado por el triunfo de la postmodernidad de la TV, los “moles”, los DVD’s
y el streaming. Se anunciaba tormenta, pero fue un hermoso día.
El
paseo se inició en la Plaza Colón, frente al Teatro Tapia, que sería el equivalente del Teatro Central, hoy cine
Concepción. El Tapia es sala de conciertos y todavía se abre
esporádicamente, pero alguna vez fungió como cine. El Central, adoptado por la
universidad, sobrevive como sala oficial de esta institución y alterna cine con
espectáculos vivos. La última vez que lo visité fue para un recital de la
Palmenia.
Después
caminamos relajadamente hasta un Burger King que Rose Marie nos presentó, por
fuera y por dentro, como el antiguo Rialto,
elegante sala antiguamente cubierta de adornos moriscos. Los clientes antes
podían subir con sus sobre-cocidas hamburguesas y sus vasos de Coca Cola a
sentarse en una marquesina que, con cierta humillación, todavía luce parte de
su encanto. Como el Windsor en
Concepción, pasó por sus etapas pornográficas y religiosas, hasta acabar en el
ominoso pozo de la frivolidad.
El
Cine Luna, después de ser degradado
a una talabartería y otros negocios, ahora espera mejores tiempos. Miramos por
una rendija y se ve un espacio amplio y abandonado. No sé por qué me recordó el
Ideal, de calle Rengo, entre Las
Heras y Carrera, frente al Salón de Belleza de la Tato, que después de ser cine Ópera terminó en Vega El Esfuerzo,
donde por lo menos aún hay vida, aunque de otra categoría.
Una
belleza es la fachada del Cine Royal
que todavía luce con esplendor y en cuyo interior ha habido restaurantes,
boîtes, a la manera del Cervantes de
calle Barros Arana que ha visto diversos avatares, como ser la discoteca
Gatsby, a la que me resistí a ir por respeto a mi recuerdo. Pudimos notar el
rectángulo enrejado que antes era boletería.
Entrando
a un viejo convento de Carmelitas Descalzas, que ahora es el Hotel El Convento
en el cual uno puede recluirse a cambio de una fortuna, encontramos una amplia
sala de baile, mejor dicho, una hermosa capilla que durante años fue también
sala de cine. Ese espacio está intacto, restaurado y embellecido para deleite
de los turistas millonarios. En una versión más humilde me acordé de la Sociedad Lorenzo Arenas, en Tucapel,
donde alguna vez los perniles con pebre se alternaron con películas. Allí vi
“Ana y el rey de Siam”, la que tomó cuatro horas en darse porque, además de ser
larga, sólo tenían una proyectora y había que prender las luces para cambiar
los rollos. Mucho tiempo después vería algo similar en un cine de la norteña
ciudad de Copiapó que aprovechaban los vendedores para vender “chocolate
pastilla’e menta”.
Buscamos
sin éxito el Teatro de la Plaza,
pero nadie sabía cuál de los edificios que se erguían frente a la Plaza
Baldorioty, hoy Plaza de Armas, podía ser. Yo le pregunté a un “viejito” que
leía el diario sentado en un banco, pero me dijo que allí no había ningún
teatro. Cuando le especifiqué que se trataba de los años ‘70, me replicó
ofendido que para esos años él no había nacido. Acepté resignado las burlas de
los demás. Sería como preguntarle a un borrachito de la plaza de Concepción
dónde quedaba el Roxy (después Ducal).
En
cambio, el Roxy de San Juan, aun
cuando ya no es cine, fue el Corral de
la Cruz, sala de teatro experimental, y es ahora una barra con piscina. Un
balcón sirve para espectáculos culturales. Me pregunto si algo así podría
levantarse en Concepción con el viejo Lido
o el Explanade (Astor), aunque es
probable que ya sea tarde.
Estuvimos
en los sitios donde se instalaba la carpa-cine llamada Tres Banderas, que tuvo una vida itinerante por lo menos en tres
localidades en San Juan antes de instalarse en un edificio propio, para por
último ser demolido y reemplazado por un estacionamiento de automóviles. De
carpas, sólo me acuerdo en Concepción de la que albergó el teatro de Gabriel Martínez y Verónica Cereceda, junto al Palacio
de los Tribunales, entonces sin terminar. No incluyo los numerosos circos o
carpas de evangelización que solían llegar a la ciudad.
Nuestra
caminata de un par de horas terminó frente a la Marina. Era como haber empezado
en el Cerrito Amarillo, caminando
por Rengo hasta el Ideal, y
terminando en la triste contemplación del Teatro
del Liceo frente al Parque Ecuador.
O, mejor, acabando en una
desolada contemplación del lugar donde estaba el viejo Teatro Concepción, construido con enorme esfuerzo por un grupo de
vecinos por los años de 1880, e incendiado en 1973, y que también fue cine. Era
el teatro que, por esos años mozos, nos hacía sentir súper macanudos, engreídos
habitantes de un mundo mejor.
Nota:
El Dr. Jaime Giordano Mirschwa (1937-2015) fallece el 27 de mayo de 2015 en San
Juan de Puerto Rico. Le sobrevive su
esposa la Dra. Carmen Rita Rabell y sus hijos Pablo, Danilo y Carla, además de
su nietecito Sebastián y su único hermano, Enrique, además de la familia Rabell
Reyes en Puerto Rico y la Giordano Mirschwa en Chile.
Jaime
Giordano Mirschwa (Concepción, Chile, 1937). Profesor, U de Concepción,
1962-1967; U del Estado de Nueva York en Stony Brook, 1966-1990; U del Estado
de Ohio, Columbus, 1990-1999. Profesor colaborador, U de Puerto Rico,
2002-2006. Premio Municipal de Santiago (ensayo), 1972; Premio Jornadas de
Poesía, Middlebury Co., 1984. Obras de crítica literaria: La edad del ensueño:
sobre la imaginación poética de Rubén Darío (U de Chile, 1971), La edad de la
náusea: sobre narrativa hispanoamericana contemporánea (Instituto Profesional
del Pacífico, 1984), Dioses, antidioses: sobre poesía hispanoamericana
contemporánea (LAR, 1986), Pragmática del valor poético: un mundo de enigmas
(Maitén III, 2010) y Poetas penquistas: la poesía de Concepción y la región del
Bío-Bío (U del Bío-Bío, 2012). Además de
libros de poesía, cuento, ensayos, teatro, ediciones y antologías, ha
publicado numerosos artículos.
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