Uno
de los adjetivos quizás más descriptivos cuando recordamos los cines de pueblo son los
llamados MEAÍTOS. Repetidamente escuchamos “ese cine era un meaíto o “el cine
de mi pueblo era un meaíto”. Uno asume
que se relaciona a un cine barato y que quizás no se limpia a menudo, impregnándose
de olor. Sin embargo, aquí develamos historias de algunos de nuestros meaítos. Salas que en sus últimos años de vida fueron considerados meaítos, por décadas fueron importantes teatros en esos mismos
pueblos,
venidos a menos
para las décadas
del
70 y fines del ingrato siglo 20.
Recuerdo de niña, haber escuchado ese
término por vez primera para describir el Teatro CERECEDA de
Carolina. El Teatro-Cine fue un elemento importante en la vida
cultural del pueblo de Carolina, cuando se conocían los Carolinenses como
"Tumba Brazos" antes de que se convirtieran en
Gigantes en este nuevo siglo. El Teatro data de la década
del
20 y fue construido por la Familia Fidalgo García, (padre) y operado por la Empresa Ángel
Fidalgo,
de su hijo según
apreciamos
en la contraseña
de la
taquilla de cuando la entrada había subido a veinte centavos. Tenemos
testimonios de personas que recuerdan cuando la entrada era a seis
centavos. Por supuesto, cuando un obrero de cana ganaba veinticinco
centavos por una día
de
trabajo, esos seis centavos no eran fáciles de conseguir. La época
de
gloria de este cine continua por casi mas de medio siglo, celebrándose
conciertos,
graduaciones, dramas escolares, así como la importante proyección
de películas.
Para la decada del '70 el Cereceda era llamado "un meaíto". Recien mudada de Ponce a Carolina me decian, (como una especie de leyenda urbana,) que en ese cine los varones, se orinaban en los pasillos y el piso y ademas apestaba. Yo, horrorizada, acostumbrada a mi cine de COBIAN, el SANTA MARÍA, (recien construido en la decada del sesenta) casi pasteurizado y homogeneizado, limpiecito, alfombrado, con aire acondicionado y con esa hermosa cortina drapeada que recuerdo de color dorado la cual
Muchos
años después un conocido actor puertorriqueño (cuento el pecado, pero no el pecador)
me relató que en su infancia en Caguas su cine era un meaíto y que los “títeres”
(como les diría mi abuela), ellos, pagaban menos por ver la película desde el
palomar (también llamado “mezanine”, balcón o gallinero). Y, se paraban en la orilla de ese balcón a
orinar desde arriba a “los riquitos que estaban abajo”. Por lo tanto la historia de los chorros de líquido
quedó verificada para nuestra crónica. En
nuestra película favorita, CINEMA PARADISO, se reproduce una escena similar (si,
los italianos, también).
Los
cines han sido fenómeno cambiante, a través del tiempo. Obedeciendo a las tecnologías e innovaciones constantes,
la experiencia de ir al cine fue variando.
Asimismo si estudiamos la historia de una sala de cine en particular,
veremos muchos aspectos diferentes. Inauguraciones
y premieres esplendorosas, estrenos, éxitos, la vida de una sala llena de luz
que no nos prepara para una madurez o un otoño de meaíto, la antesala a un parquin
o quizás una iglesia.
Así
tenemos los mismos lugares, con diferentes historias, en diferentes tiempos… La nieta más joven recuerda que en la marquesina del cine había escrito: XXX (indicando película pornográfica),
mientras su abuela recuerda ese mismo cine en toda su gloria, cuando allí canto
Gardel. Esa es la historia del Lux, que contaré después…
En
nota aparte, las niñas y señoritas y señoras de bien no pasaban frente a esos meaítos,
cines de reputación dudosa. “Si tenías
que pasar por allí, pasarías por la calle de al frente. Para que NADIE se pudiera imaginar ni que estabas
entrando o saliendo de ese cine”. (Acá cuento el milagro, pero no la santa...).
En
general los cines se dividen en cuatro categorías diferentes (A, B, C y D), basándose
en el criterio de ventas anuales. Los meaítos
eran los cines D.
El vocablo
meaíto, además, es una expresión caribeña.
Andábamos por Caracas una vez, cuando nos encontramos con un
RIALTO. Me emocioné y pregunto a la persona que nos servía de guía
sobre el Rialto. Me dice,despectivamente,
que no le preste atención, que ese cine era un MEAITO. ¡Qué sorpresa la mía! Los niños bolivarianos, también…
Sección
del inédito libro: Crónica de las
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